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De los otros y nosotros | ||||
Nuria Lisistrata.
“Lo contrario a la guerra no es la paz, Lo contrario al amor no es el odio, lo contrario a la colaboración no es la agresividad. Cada uno de estos pares de opuestos se halla en el mismo extremo de la escala del compromiso y del interés recíproco. En el lado opuesto de la escala se hallan la separación, la indiferencia, la exclusión y el rechazo” H.L Nieburg citado por Danilo Zolo en Cosmópolis. Perspectiva y riesgos de un gobierno mundial.
En julio de 1932 Albert Einstein escribió una carta a Sigmund Freud, preguntándole si existía alguna manera de liberar al Mundo de la guerra y si había posibilidad de dirigir el desarrollo psíquico de las personas, para hacerlas "más resistentes a las psicosis del odio y de la destrucción" que ponen en peligro a la Humanidad. En su respuesta, que es una síntesis de su teoría de las pulsiones humanas, Freud indica que todo aquello que sirva para establecer “vínculos afectivos” entre las personas, actúa contra la guerra; y que todo lo que permita establecer “solidaridades significativas” entre los humanos despierta los “sentimientos comunes” capaces de provocar las “modificaciones psíquicas” que acompañan la evolución cultural, también llamada “civilización”. Claro que Freud no propone la desaparición de las llamadas pulsiones agresivas: “…el suyo es un pacifismo débil, que se apoya sobre procesos contradictorios. Ciertamente, tiene este carácter la referencia freudiana a la evolución cultural, que, en muchos sentidos, es ‘doble’ y ambigua: no hay ningún progreso material de la vida que no conlleve violencia, desigualdad y prepotencia”, tal y como explica Eligio Resta en la introducción del libro ¿Por qué la guerra?. En mi criterio, son ese tipo de ‘vínculos afectivos’ y ‘solidaridades significativas’ los que Albino Chacón ha encontrado y así nos lo cuenta en su libro Impresiones chinas. Sus experiencias en ese País, con más de treinta años de intervalo entre la primera y la última, le permiten ilustrarnos sobre lo que perdura y también sobre los vertiginosos cambios ocurridos en esa antigua sociedad a partir de su transformación al “Socialismo de Mercado”, tema difícil de comprender en Occidente, debido a la primacía de la lógica aristotélica, pero nada contradictorio para el pueblo chino, que se encuentra tan cómodo dentro de la llamada lógica paradójica. Albino tiene la mirada del observador con la suficiente preparación y la refinada cultura del humanista partidario de la “pluriversidad”, tal y como lo expresara él mismo en su conferencia ‘El asedio de las diversidades: de la universidad a la pluriversidad, donde nos recuerda que: “no sólo somos diversos de uno a otro, sino que cada uno es un conjunto de diversidades”. De igual criterio es el jurista Danilo Zolo, según el cual existen dos filosofías sobre el orden del mundo: el universalismo y el pluriversalismo. La primera busca "la unificación, la homologación y simplificación de los universos simbólicos y de valores". La segunda considera al “…pluralismo, la diferencia, la confrontación entre la diversidad, la complejidad, como un precioso patrimonio evolutivo de la experiencia humana...”, y agrega que “quienes son partidarios de la complejidad trabajan por alcanzar interacciones pacíficas entre las distintas culturas y civilizaciones defendiendo la enseñanza del pluralismo y relativismo de los valores, de su carácter histórico, dinámico y evolutivo”. Estas impresiones sobre China son una defensa a esa diversidad cultural tan valiosa a la humanidad, y están escritas con el propósito de lograr acercamientos, tolerancia y mejores relaciones entre Oriente y Occidente. En este apretado y sustancioso libro el autor nos deja sus impresiones en temas tan variados como historia, política, economía, filosofía, literatura, educación, gastronomía, piratería industrial, avances científicos y tecnológicos, medio ambiente, derechos humanos y sobre algunas celebraciones populares. Asuntos tratados con la agudeza del observador perspicaz y sensible, capaz de experimentar las diferencias culturales y encontrar, parafraseando a Serrat: lo común que nos reconforta, y lo distinto que nos estimula. En su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias 2008, Tzvetan Todorov nos recuerda que nuestro grado de barbarie o civilización no se mide por el nivel académico que ostentemos sino más bien por la manera como percibimos y acogemos a las personas extranjeras y diferentes, para Todorov: “Los bárbaros son los que consideran que los otros, porque no se parecen a ellos, pertenecen a una humanidad inferior y merecen ser tratados con desprecio o condescendencia… Ser civilizado significa ser capaz de reconocer plenamente la humanidad de los otros, aunque tengan rostros y hábitos distintos a los nuestros; saber ponerse en su lugar y mirarnos a nosotros mismos como desde afuera”. Con sus Impresiones chinas, Albino Chacón nos propone dar un paso más por el camino de esa ‘civilización’ que se logra ampliando nuestra comprensión sobre l@s otr@s (que en fondo son nosotr@s pero en otro contexto) y dándonos más razones y pasiones para crear esos ‘vínculos afectivos’ y ‘solidaridades significativas’ de las que nos habló Freud. |
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