Por Norma de Gaudenzi

Muchos crímenes quedan impunes, sin castigo, para la justicia, no así para el asesino, que en algunos casos y después de mucho tiempo se

 delata o aparecen circunstancias, pruebas, que los acusan irrefutablemente.

El caso trascendió así, un individuo desquiciado y en una pelea mató a golpes a su compañera, la que viéndose morir, le advirtió que iba tener que pagar por se crimen, el hombre incitado por las palabras y burlonamente, preguntó: quién lo iba a acusar , si nadie lo había visto. La víctima alcanzó a decir, las burbujas…, las burbujas de la lluvia.

El asesino se deshizo de las pruebas, lo más rápido posible. Así quedaron las cosas por mucho tiempo.

Pero una tarde lluviosa y en compañía de otra persona , el criminal,  contemplaba el incesante caer de las pompitas, como se forman y estallaban, las palabras de mujer muerta repiqueteaban en su memoria y en  su conciencia, hasta que el habla dominó la mente  y en voz alta recordó entrecortadamente la escena.

La víctima ya tenía otro testigo, quién no quiso ser cómplice del homicida y lo denunció.