A nuestro mejor amigo

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  A nuestro mejor amigo    
   

por Hugo Borgna y Sandra Cervellini

   
   

 

   
   

¿Se preguntaron, lectores, que saludo deberíamos mandar a nuestros amigos de la luna?

Como no se puede abarcar el espacio infinito, deberíamos conformarnos con que nuestro mensaje llegue apenas un poco más lejos. A Marte, por ejemplo.

Un recordado 20 de julio en horas de la noche (para nosotros) el mundo pareció paralizarse. Todos dejaron sus tareas para instalarse frente a las pantallas de millones de televisores. Había una razón y no de poca importancia: la nave Apolo XI, al mismo tiempo de posarse sobre la luna, ponía en vigencia una nueva palabra: alunizaje.

Con ese hecho -el gran paso para la humanidad- quedó establecida la idea de una relación profunda con el resto del universo, de una convivencia armonizada con el resto del espacio y el germen del día del amigo: adoptar la amistad como pauta de relación con lo que nos rodea.

Un buen  día nos enteramos de que el 20 de julio había sido instituido como el día del amigo, por ser la fecha en que se concretó el primer contacto, cedió una frontera con los demás cuerpos del espacio: ya habíamos pisado uno y conocíamos la otra cara de la luna.

De allí a adoptar la amistad como valor sin límites, hubo un solo paso y empezamos a reducir el alcance en distancia del objeto amigo, hasta hacerlo extensivo al grupo de personas con las que más y mejor nos vemos y entendemos.

Como es fácil notar, la idea original de la unión nacida por el alunizaje quedó sólo como buena semilla y empezamos a preferir los encuentros, regalos y saludos, renovando en cada 20 de julio esa grata sensación de sentir que alguien nos considera amigos.

Pausa para reflexionar a fondo. Pensándolo bien ¿no estamos dejando a alguien sin saludar?

No estamos considerando a quien regala todo desde siempre y acepta pasivamente (a veces no tanto) el daño que le egoístamente le hacemos, como si su capacidad de entrega no tuviera límites.

Hemos olvidado el agradecimiento a nuestra casa celeste y estamos despreciando -y depreciando- al amigo que desde los más lejanos tiempos nos ha alimentado.

Sí. El medioambiente. El, según el diccionario, conjunto de circunstancias exteriores a un ser vivo.

Para decirlo en pocas y precisas palabras, todo lo que nos rodea.

Parecería que como no es un ser humano ni una mascota, no tiene consistencia, lo que lleva erróneamente a concluir que “no es nada”. Y como no es nada y ya estaba en el planeta cuando llegamos, tenemos el derecho de aprovecharlo al máximo olvidando los necesarios períodos de renovación de las especies animales y vegetales, y hasta del mayor bien no renovable: el agua.

Al medioambiente deberíamos haber saludado el 20 de julio; es una parte fundamental del universo, merece el homenaje del respeto y la ayuda a su mantenimiento por sí mismo. Porque verdaderamente, en lo demás, no nos ha pedido (ni lo hará) nunca nada ¿Será que, como es sabio, supone que nosotros, también por serlo y atendiendo al propio beneficio, no seguiremos destruyendo el generoso jardín de la gran casa.

Deberíamos celebrar el día del amigo todo el año haciendo un brindis, en medio de la naturaleza, con él, llenando de agua pura las copas de millones de nuevos árboles.

                                                 Hugo Borgna - Sandra Cervellini

                                               

   
   

 

   
 

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