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 por Marco Antonio Terragni

      En un viaje realizado en 1982 tuvimos ocasión de conocer algunos centros de estudios y departir con profesores y alumnos de los mismos, y en especial sobre temas de Derecho Penal, que eran los que nos interesaban en particular. Las experiencias fueron variadas. Sirvan estas anotaciones como un relato fugaz de las mismas, para dar una idea de lo que pudimos apreciar y aprovechar en esas visitas.

      Desde hace siglos la Universidad de San Marcos, de Lima atrae con su difundida fama. Especialmente por ser una de las primeras en América y porque se constituyó en un faro difusor de la cultura occidental en estas tierras. Llegar hoy a Lima con el espíritu preparado para recibir algún destello de esa luz espiritual es llevarse una tremenda sorpresa, porque los predios de la Universidad son territorios arrasados. No queda lugar para pegar un solo cartel mas ni para escribir otra leyenda en sus sufridas paredes. La suciedad es espantosa y resulta difícil localizar siquiera a las autoridades académicas. El furor político del medio estudiantil está en su más estridente expresión y ha contagiado todo el comportamiento visible, hasta el punto de asaltar literalmente a los ómnibus que se ofrecen gratuitamente para trasladar a los alumnos hasta la zona céntrica. No hallando a nadie con quien satisfacer nuestro interés académico, pensamos que un refugio sería la biblioteca, y efectivamente allí encontramos a quien -cuidando el rico material atesorado en los libros- nos expuso la amarga realidad actual. El panorama lo completó el titular de la cátedra mencionada y algunos alumnos con quienes -fuera de la Universidad- dialogamos ampliamente. Como siempre ocurre, la Universidad refleja la situación que los países y la del Perú no es, lamentablemente, muy distinta de la que se ve en ese espejo. Como es natural no puede menos causar dolor, máxime teniendo en cuenta la proximidad tanto física como si hondamente afectiva con la Argentina, y la afinidad intelectual. Repasando los libros del profesor Raúl Peña Cabrera se aprecia cómo influyen las obras argentinas y cómo nuestras respectivas experiencias se unifican.

      Con tal experiencia de la universidad estatal de un país hermano, y con lo que nos advirtieron apenas descendimos en el aeropuerto, ya no teníamos interés en visitar la Universidad Nacional de Colombia, que por parecidos conflictos estuvo el año pasado cerca de seis meses cerrada. Pero allí, en Bogotá, tuvimos un panorama totalmente distinto en la Universidad Externado de Colombia, privada, en la que profesa Derecho Penal -entre otros prestigiosos juristas- el Dr. Alfonso Reyes. No sólo un ambiente pulcro, moderno, propicio al estudio y la meditación, sino también aulas y laboratorios bien dotados, y lo que es más importante quizás, una editorial universitaria que cumple eficazmente su labor y difunde el pensamiento colombiano y universal. La obra escrita de Alfonso Reyes, que ejerce una influencia decisiva en el pensamiento jurídico colombiano, está actualizada con el conocimiento de la más moderna doctrina. Y es satisfactorio comprobar el respeto y la admiración por os autores argentinos, y por don Luis Jiménez de Asúa, que profesó por esas tierras y a quien sentimos connacional en el afecto.

      Un artículo aparte merece el Instituto Nacional de Ciencias Penales de México porque su existencia merece que sea conocida en estas latitudes y sus investigaciones servir de ejemplo para un provechoso intercambio.

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