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Para que este relato tenga cierta precisión comenzaré contándoles que el Profesor Roxin y su bella esposa arribaron primero a Chile y luego, vía terrestre, a la Argentina.

         En aquel país hermano, Roxin recibió un doctorado honoris causa de la Universidad Andrés Bello y dictó conferencias en Santiago de Chile y Viña del Mar hasta llegar a Punta Arenas. Allí lo conocí.

         La Fiscalía de esta ciudad organizó un ciclo de conferencias los días 25 y 26 de septiembre en el impactante Hotel Dreams, que contó con renombrados catedráticos del derecho penal latinoamericano.

         Conviene a esta altura hacer varias aclaraciones:

         1. No soy ninguno de esos catedráticos. Simplemente colaboro con uno de ellos, Eugenio Sarrabayrouse, quien además resulta ser el principal mentor de la visita de este memorable Profesor a estas tierras australes.

         Él fue el primer contacto con Roxin, con quien estudió en sus viajes a Alemania pre y post doctorales; y en definitiva el que logró, con su tesón, su calidez y su incansable trabajo, hacer realidad esta única e inigualable posibilidad que significó para muchos de nosotros compartir con este gran profesor alguno de sus saberes y un rato de su tiempo.

         2. Quisiera mencionar al resto de los profesores que disertaron junto a Roxin: Gabriel Pérez Barberá y Daniel Pastor de la Argentina; Héctor Hernández Basualto, Antonio Bascuñan Rodríguez y Francisco Miguel Soto Piñeiro de Chile; Manuel Abanto Vasquez de Perú  y la Dra. Imme Roxin, esposa del profesor y renombrada abogada en Alemania.

         Roxin llegó a Punta Arenas el 25 de septiembre a las 18:00 horas, luego de un viaje de varias horas en avión al que se sumaba el cansancio por haber dictado cinco conferencias en dos días –en Santiago y en Viña del Mar-, el viaje transatlántico, etc.

         A pesar de ello, y con sus 78 años, desde ese día y hasta que lo despedí siete más tarde, en ningún momento perdió su sonrisa sincera ni su energía.

         El distinguido profesor es un hombre erguido, muy alto –mide más de 1,90 cm, creo-, canoso, ojos transparentes, pensativo y cálido, cuyas manos suaves, siempre lleva tomadas por la espalda.

         Su esposa, Imme, rubia y esbelta señora, con una mirada inteligente que le servía para manejarse en nuestro mundo de habla hispana a pesar de no conocer el idioma, siempre se mantuvo al lado de su marido.

         La vorágine que vivimos en Punta Arenas es digna de un relato aparte, pues no sólo incluyó conferencias, cenas y agasajos, sino que también nos llevó a un extravagante lugar llamado Torres del Paine, donde pudimos disfrutar de las bondades y bellezas que nos brindó la naturaleza. Todo ello gracias a la impecable y majestuosa organización llevada a cabo por el fraterno amigo y colega, Alfredo Fonseca Mihovilovic (Director Ejecutivo de la Fiscalía Regional de Magallanes y Antártica Chilena).

         No puedo narrar en pocas líneas esa parte del viaje. Constituyó, en lo personal, una bisagra en muchos sentidos; allí sentí que el tiempo se detuvo.

         Pude presenciar discusiones sobre los más diversos aspectos del derecho penal entre Pérez Barberá, Pastor y Sarrabayrouse, que renovaron mi pasión por ésa rama del derecho y me incentivaron a mirarlo desde otro lugar: más real, más llano; en definitiva, más simple.

         Roxin entre tanto, soportó estoicamente todos los avatares del viaje, sin salir de su boca, ni una sola vez, una queja.

Lamentablemente Pastor, quien también visitaría Tierra del Fuego, debió volver a la gran Ciudad por cuestiones laborales impostergables.

         Terminadas las jornadas en Punta Arenas, el 29 de septiembre emprendimos, en tres vehículos, el viaje desde Punta Arenas hacia Río Grande, vía terrestre. José Antonio (chofer de la Fiscalía chilena)  llevaba en una especie de súper nave a Roxin y su esposa. Eugenio, en su vehículo, a Gabriel Pérez Barberá y a Manuel Abanto Vásquez. Por último, tuve el placer de disfrutar durante la travesía la grata compañía de Alejandra Verde, joven abogada cuya sagacidad y fino sentido del humor aliviaron el tedio de la conducción.

         A pesar de que nos separan tan sólo 500 kilómetros de Punta Arenas, el tránsito por estos pagos es altamente dificultoso. Se debe cruzar el Estrecho de Magallanes en barco, sortear largos trámites administrativos en dos pasos fronterizos, y transitar en ruta de ripio al menos 150 de esos km.

Por fin llegamos a nuestra casa, Río Grande, provincia de Tierra del Fuego. Aquí Roxin brindó su magistral conferencia el 1° de octubre en el salón de la Casa de la Cultura.

         Disertaron también Manuel Abanto, Gabriel Pérez Barberá, y Eugenio Sarrabayrouse, a los que se sumó José Peralta, jóven y brillante profesor cordobés que aceptó de buen grado, casi a último momento, participar de esta aventura.

         Todo se desarrolló tal como estaba programado. Intervino en la organización el grupo que lidera Sarrabayrouse compuesto por estudiantes de la carrera de Abogacía de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales en convenio con la Universidad Tecnológica Nacional, entre los que se destacaron: Matías Pérez Iglesias y Aldo Marín, como así también abogados egresados recientemente: Graciela Figliuolo y Roberto Gómez, junto al Cdor. Rafael Pereyra Ramos.

         Este segmento del viaje fue transitado con mayor tranquilidad y mesura, aunque resultó más intenso que el anterior.

La conferencia fue también coordinada por el Dr. Carlos Gonzalo Sagastume, Vicepresidente del Superior Tribunal de Justicia de esta Provincia, Juan José Varela y Gustavo Ariznabarreta (juez y defensor respectivamente).

         Asistieron jueces, fiscales, defensores, funcionarios y empleados, tanto de la justicia federal como provincial, abogados renombrados del foro, estudiantes de derecho, autoridades del Concejo Deliberante y de la Municipalidad de Río Grande.

Muchos de los que he nombrado, en particular Sagastume y Varela, trabajaron arduamente para que esta actividad alcanzara el máximo nivel académico. No podía dejar de mencionarlo.

         Roxin escuchó por primera vez a quienes son sus discípulos: Eugenio Sarrabayrouse y Gabriel Pérez Barberá. A su turno, agradeció con un grado de humildad, que no hace más que enaltecer su don de gente, a todos y cada uno de los que organizamos esta jornada.

         El profesor brindó su disertación en castellano, para que no fuera interrumpida por traducciones simultáneas; esto constituye una muestra más de su generosidad.

         En la exposición,  nos habló del alcance de su sistema del derecho penal, criticó al causalismo y al finalismo e hizo hincapié en su teoría de la imputación objetiva. Señaló que hasta sus más importantes críticos (entre ellos Hirsch) habían reconocido sus méritos.

Finalizó argumentando que la teoría de la imputación objetiva se extiende a todos los ámbitos de la teoría del delito, incluso a las causas de justificación, cuestión que aún está en pleno desarrollo.

         La última parte de la travesía ocurrió en la hermosa ciudad de Ushuaia donde, junto a Sarrabayrouse, que como buen anfitrión permaneció siempre a su lado, recorrió el Parque Nacional Lapataia, el Tren del Fin del mundo, el Faro, el Museo del Presidio, luego de lo cual regresó a Munich.

         Aquí resta pedirle disculpas al lector si lo he aburrido con tantos detalles, o lo he defraudado porque pensaba encontrar en estos párrafos un  extracto del trabajo de Roxin, Pastor o del resto de quienes expusieron sus últimos trabajos de investigación.

         Pretendí transmitirles la impresión que el profesor Roxin me produjo pues, contrariamente a la imagen que inocentemente me había formado de él, encontré un hombre con una humildad tan grande como todo su saber en el campo del derecho penal. Del ser humano y no del profesor es de quien quise hoy hablarles

(*) Es fiscal de primera instancia en Rio Grande, Tierra del Fuego.

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