La racionalización de la lucha por el poder

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  La racionalización de la lucha por el poder    
   

Por Juan José Guaresti (nieto)

La lucha por el poder y la lucha por mantenerse en él, forma parte desde los albores de la historia, de la sociedad de los hombres. La lucha por el poder político o sea tener la posibilidad de dirigir a los demás, someterlos a su  voluntad y muchas veces adueñarse de sus bienes, ha cubierto de sangre y de lágrimas las páginas de la Historia amén de incontables destrucciones materiales. Al mismo tiempo los hombres trataron de vivir en libertad con todo lo que ella significa, de manera que desde siempre hubo un conflicto entre el poder de los gobernantes  y la libertad de los hombres. La experiencia ha enseñado que quién tiene el poder en muchas ocasiones ha abusado de él. En ese supuesto peligran  la libertad y desde luego la paz y la propiedad privada. El despotismo es inherente al poder irrestricto. La solución que se le encontró  a este problema milenario es dividir al gobierno en tres poderes, legislativo, ejecutivo y judicial y que nadie tuviera todo el poder. Además se estableció que los gobernantes tuvieran  un término limitado de duración en el cargo, al finalizar el cuál,  el poder debería pasar indefectiblemente a manos distintas. El hecho que los cargos públicos tuvieran un plazo de duración limitado es esencial para entender  la racionalización de la lucha por el poder, de manera de asegurar la libertad del pueblo para decidir su destino y reguardar su propiedad.

Quienes avalaron estas ideas  comprendieron que aquellos que tienen la ambición del poder pueden transformarse en bienhechores de sus semejantes en la medida en que su ambición pueda servir de freno o contrapeso a la ambición  de otros. El pensamiento político occidental instaló la competencia en la lucha por el poder mediante elecciones libres que dejaran a los vencidos la posibilidad de controlar a quienes ganaran. Para ese contralor es esencial la oportunidad de la revancha, que está asegurada cuando nadie puede perpetuarse en el poder ni por sí ni a través de otra persona. En un notable aporte a la defensa de la libertad, los norteamericanos hicieron del federalismo otro impedimento del poder absoluto. El gobierno en su caso y el nuestro no solo está dividido en los tres poderes mencionados sino también en Provincias y en  Municipalidades que permiten que otros hombres tengan una cuota del poder. El cuidado de la libertad y de la eficacia del ejercicio del gobierno hizo ver que era necesaria una alguna institución  adicional que fuera más inmediata y más próximo al ciudadano común.  Sir Edmund Burke, ilustre parlamentario inglés en las postrimerías del sigloXVIII, exhibió que en su Patria estaba en funcionamiento otro poder próximo al ciudadano: Dirigiéndose a las galerías donde estaban los periodistas en el parlamento inglés, les dijo que ellos constituían "el cuarto poder" porque la prensa libre permite que el pueblo se entere de lo que hacen los otros tres poderes y ayuda a controlarlos. El periodismo puso en manos de los hombres ansiosos de reguardar su libertad, un arma formidable.

La razón de existir las limitaciones al poder fue admirablemente resumido por otro inglés, Sir John Dalberg, Lord Acton, quien sostuvo que " El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente". Partiendo de esa base es preciso la racionalización del poder para encerrarlo de manera que quien ocupe una posición de privilegio, cumpla con su deber y no se vuelva un tirano de quiénes lo encumbraron. El que tiene el poder lo tiene para servir al pueblo y no para servirse de él. La experiencia demostró que las limitaciones y controles que tiene el ejercicio concreto del poder en la sociedad moderna, la torna más eficiente en todos los aspectos. No se puede hacer lo que el gobernante quiere, sino solo lo que el gobernante debe. La racionalización de la lucha por el poder pretende que el pueblo sea el beneficiario de su resultado y no la víctima

 

La técnica del golpe de Estado:

 

La racionalización de la lucha por el poder que hemos descripto muestra el pacífico funcionamiento de las democracias de los países que aceptaron esas reglas de juego, pero, en naciones que se pensaron que eran civilizadas, algunos hombres desarrollaron en la clandestinidad  técnicas para tomar el poder por la fuerza  sin obedecer ninguna norma. Un genio de la organización de la violencia, Leon Trotsky, condujo la revolución comunista en Rusia  en 1917. Esta revolución se sustentaba en las ideas marxistas de Lenin quién tenía importante apoyo popular pero no el suficiente para imponer lo que pretendía que era la dictadura del proletariado. Trotsky creó una pequeña organización armada , capaz de cualquier cosa, sin escrúpulos de ninguna especie como tampoco los tenía su jefe. Trosky sostenía : “ …ante todo hay que ocupar la ciudad, apoderarse de los puntos estratégicos, derribar al gobierno. Es necesario para eso organizar la insurrección, formar e instruir una tropa de asalto. Poca gente; las masas no nos sirven para nada; una pequeña tropa basta”. También dijo : “…el pueblo entero es demasiado para la insurrección. Se necesita una pequeña tropa, fría y violenta instruida en la táctica insurreccional”. En Octubre de 1917 un puñado de hombres al mando de Trotsky ocupó las centrales eléctricas, los ferrocarriles, los teléfonos, los telégrafos, el puerto, los gasómetros, los acueductos y el correo de la ciudad de Moscú. El gobierno cayó y  los bolcheviques se adueñaron de Rusia. Las técnicas de Trotsky para tomar el poder por la fuerza fueron útiles como enseñanza para otras dos importantes revoluciones que ocurrieron en el siglo pasado: El advenimiento de Mussolini en Italia en 1922 y el ascenso al poder de Hitler en 1933. Este trío de dictadores tenía algo en común: Despreciaban al pueblo y no creían en la libertad ni desde luego en la forma republicana de Gobierno.

 

La situación argentina:

 

En la Argentina la economía no funciona porque ha sido degradada la organización de la  República. El éxito del capitalismo como creador de bienes descansa en que el Estado este bien manejado, los cuatro poderes del Gobierno cumplan su cometido,  así como actúen las demás garantías adoptadas para resguardar la libertad, que es el genio creador del progreso humano. Los hombres de la Constitución de 1853 en cuanto aseguraron la libertad con sus normas, no hicieron otra cosa que destapar la botella donde moraba ese genio que transformó a la pobreza argentina en una fuente inagotable de bienestar y de  éxito económico.

Nosotros no tenemos un gobierno republicano desde el mismo momento en que aceptamos que el Poder Ejecutivo se transfiriera de un cónyuge al otro y que esas nupcias permitieran prolongar en la práctica el término de su mandato constitucional. También aceptamos que el Congreso no cumpliera  con las obligaciones que le caben o que la composición de la Corte Suprema fuera modificada .

El gobierno actual no es violento…Ha aprendido de las enseñanzas de los maestros del golpe de estado pero actuando con otra sutileza. Ha burlado las garantías constitucionales mediante resoluciones y trámites burocráticos que las dejan sin efecto, ha paralizado al Poder Judicial como organismo de contralor y ha creado un formidable aparato propagandístico. Afortunadamente está claro que va perdiendo la batalla que iniciara contra los grandes medios de difusión y eso es muy importante para garantizar la libertad, la reinstalación de la República y con ella, la eficiencia económica. Tenemos también abierta la posibilidad del comicio como alternativa de un cambio.

LA RACIONALIZACIÓN DE LA GUERRA.  

Algunos cerebros esclarecidos han intentado la racionalización de  la guerra, máxima expresión del ejercicio de la voluntad humana contra la voluntad de otros hombres. La guerra es la búsqueda del poder por la violencia desnuda. La racionalización de la guerra exige que no baste pelear sino que cada contendiente debe tener resuelto de antemano cómo será la paz que se quiere para después de la lucha armada y si la destrucción que implica la contienda, justifica el esfuerzo bélico. Dos grandes estadistas John F. Kennedy con sus aliados ingleses y Nikita Kruschov por los rusos llegaron a la conclusión que recíprocamente podían destruir a Moscú y borrar del mapa a otras grandes ciudades soviéticas pero no se iban a salvar de que hicieran polvo a Nueva York , a Chicago y  parte del territorio estadounidense. La paz que quedaría seria el silencio de los cementerios. Los dos hombres de Estado llegaron a la conclusión que la guerra nuclear era imposible porque nadie sobreviría al conflicto para gozar de sus inciertos beneficios, de manera que podían competir en los márgenes pero no en aquello que fuera esencial.  La guerra total quedó abolida porque intentarla sería el suicidio del género humano. Quedo instalado, en cambio, el equilibrio del terror a la destrucción mutua.  La razón triunfó sobre el odio y la ambición.

El planteo de Paul Harris, el fundador de nuestro club, es similar. Llegó por otro camino a sostener  lo mismo: El hombre no puede ser el lobo del hombre. Debe sentarse a la misma mesa y sabiendo cómo es la naturaleza humana, intentar ser hermano del hombre. Debe buscar en caso de conflicto toda posibilidad para hallar una solución para compartirla con el adversario y no contra el. Vivimos en la misma casa y no podemos hacer otra cosa que cuidarla porque si no se va a desplomar sobre nuestras cabezas.

(x) Exposición en el Rotary Club de la Ciudad de Buenos Aires el día 12 de Marzo de 2014. La versión que fue vertida oralmente tiene muy  pequeñas divergencias con ésta.

 

   
         
         
         
 

 

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