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De
Borges aprendimos que "el modo superlativo es una imprudencia,
ya que propende menos a la persuasión que a la mera y vana
polémica", pero nuestro Homero local no dudaba en hacer
caso omiso a sus prédicas, y estallaba en elogios hacia personajes
diversos.
En la
antigua Grecia "todo vencedor en los juegos olímpicos
recibía una estatua; pero únicamente al que había
vencido tres veces le era permitido obtenerla hecha a su propia imagen"
(Plinio, lib. XXXIV, sec. 0). Podemos decir, sin riesgo de caer en
los superlativos que temía Borges, que el Maestro Zaffaroni,
como aquellos selectos griegos, es definido por su propio nombre.
Imaginemos a un grupo de alquimistas atemporales cifrar en el apellido
itálico que ostenta nuestro entrevistado, el no menos itálico
espíritu del Marqués de Beccaria, de Carrara, y de aquellos
que hicieron dogmática (la prehistoria de ella) sin saberlo.
Qué
se puede decir del Dr. Zaffaroni. Nada que diga en estas páginas
podrá lograr un atisbo de originalidad. Podría intentar
definirlo por exclusión: ¿qué haríamos
sin el Maestro Zaffaroni?. Tendríamos que inventarlo, ingeniárnosla
para concebir a un hombre de una cultura extraordinaria, con una formación
clásica, con experiencia tribunalicia, con un compromiso pétreo
por los derechos humanos, con una gran pluma y elocuencia. Y aún
nos quedaríamos a mitad de camino, porque tendríamos
que suponer que este hombre imaginario tenga un carisma muy particular
para los estudiantes, para la labor académica, y para el mundo
doctrinario.
Eugenio
Raúl Zaffaroni es director del Departamento de Derecho Penal
y Criminología de la Universidad de Buenos Aires, y vicepresidente
de la Asociación Internacional de Derecho Penal, además
de ser titular (por concurso) de Derecho Penal de la U.B.A., y hasta
hace poco tiempo interventor en el INADI (Instituto Nacional contra
la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo) durante la gestión
del Dr. De la Rúa. Fue el más destacado de los convencionales
que reformaron la Constitución Nacional en 1994, legislador
de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y asesor de la causa
AMIA. Autor del manual de derecho penal con el que estudiaron todos
los universitarios durante las últimas décadas, del
prestigioso tratado, y del reciente 'Derecho Penal. Parte General',
que busca actualizar las anteriores obras. Junto a ser el publicista
de derecho penal más importante de Sudamérica, su nombre,
a veces, está en las listas negras de los populistas de siempre.
Y a Zaffaroni también le es aplicable lo que Carlos Catania
escribió por Ernesto Sabato: "...a las grandes ideas,
como a los grandes hombres, hay que salir a defenderlos constantemente
de los errores en que la mediocridad coincide".
- Matías Bailone: Dr. Zaffaroni, Ud. dijo en Córdoba
en abril de este año, que todo penalista reponde (a veces inconcientemente)
al entorno sociopolítico en el que se desenvuelve. Dijo que
esto era inevitable, inexorable, pero también habló
de preservarnos de dos manifestaciones de aquel principio: la alienación
política del teórico, y el tomar ideas penales de otras
latitudes y otros tiempos, y aplicarlas sin más, a un medioambiente
distinto. ¿Qué nos recomienda a los jóvenes que
nos adentramos en el derecho penal? ¿Cuál es la senda
que hay que transitar, para dar respuestas penales a los complejos
problemas sociales de nuestra tierra?
- Raúl Zaffaroni: Lo primero es preservarse de la alienación
política, teniendo en cuenta que cada cosa que se dice en derecho
penal tiene una clave de poder, es decir que tiende a convertirse
en una sentencia y por ende, en un acto de gobierno, y que ese acto
tiene consecuencias en una sociedad real, existente, no inventada,
con una jerarquización particular, con clases, marginados,
etc., y con un poder judicial y una policía y unas cárceles
reales y no con invenciones de un mundo alucinado. En cuanto a las
respuestas penales para los problemas sociales, son todas falsas.
Los problemas sociales deben resolverse según su naturaleza
y no con respuestas penales. Lo mejor sería volver a los viejos
códigos con veinte o treinta delitos "naturales"
que todos sabemos que son delitos y estamos de acuerdo y nada más.
Los problemas sociales deben resolverse en serio y no con fantasías
ni ilusiones tipificadas. El poder punitivo nunca resolvió
un problema social y quien pretende otra cosa por lo general está
loco de remate.
- M.
B.: ¿Qué prognosis haría Ud. sobre el rumbo
del derecho penal alemán? ¿Pasó el tiempo del
Jakobs de Helmunt Kohl, así como pasó Kohl? A dónde
nos puede llevar este 'oscurantismo' (al decir de Mir Puig) del penalista
de Bonn, detrás del cual escondería sus deficiencias.
¿America Latina es la tierra prometida para el pensamiento
de Jakobs?
- R. Z.: No creo que haya pasado Jakobs, simplemente es una
propuesta más que nunca dominó la jurisprudencia alemana
y tampoco su doctrina. Es un intento que en cierto sentido obliga
a reflexionar, pero nada más. Recuerda bastante a Kelsen, que
obligó a usar la lógica, pero que nunca llegó
a construir un sistema aplicable en la práctica del derecho.
Es un sistema tecnocrático para aplicarse a cualquier circunstancia,
y, por ende, en América Latina serviría para alimentar
la alienación política de los penalistas que quieren
mirar para otro lado e ignorar la dimensión política
del derecho penal. Pero, además, como es difícil de
comprender, en su nombre se dirán tantas barbaridades que el
propio Jakobs se aterrorizaría porque no sólo nunca
las dijo sino que nunca se las imaginó. El realismo mágico
latinoamericano no tiene nombre.
- M. B.: ¿Cuál sería el argumento más
fuerte que podríamos esgrimir contra la turba que día
a día exige el endurecimiento de las penas, bajar la imputabilidad,
en este complejo contexto social? ¿Hasta donde se puede atacar
la servidumbre penal (de la que hablaba Girardin, según su
trabajo), cuando son tan brutalmente vulnerados los bienes jurídicos
elementales en una sociedad inestable? Para muchos, sostener la reducción
de la praxis carcelaria, del omnívodo brazo de la justicia
penal, es un lujo que no podemos darnos. ¿el abolicionismo
es sólo un lujo de las sociedades avanzadas, que pueden prescindir
de lo que no tiene más razón de ser?
- R. Z.: No hay argumento fuerte, es la razón simplemente,
pero no va a pasar nada, nadie nos va a oir en este momento. No es
una cuestión de países desarrollados y subdesarrollados.
Los Hadad y Neustadt no son originales, copian el discurso republicano
de Reagan y Bush (o mejor de sus secuaces y no de esos pobres figurones),
la demagogia vindicativa es una cuestión planetaria, no nuestra
ni latinoamericana. Parte de los países centrales y es compartida
por todos los políticos suicidas en la hora de la globalización.
Pero el péndulo irá en algún momento para otro
lado, el ser humano no se suicidará, nuestra civilización
asentada en la venganza pasará y cambiará. En tanto,
lo único posible es resistir para que no se destruyan los restos
de los estados de derecho en que sobreviven algunos resabios de la
vieja y denostada modernidad. Son momentos históricos, simplemente,
después de las catástrofes cambian, hay que tratar que
las catástrofes sean lo menos genocidas posible y que sobrevivamos
a ellas. En América Latina sobrevivir ya es una suerte.
- M. B.: ¿Cómo nació en Ud. la certeza
de que quería dedicarse al derecho penal? ¿Se lo debe
a algún profesor en particular? ¿Tiene esperanza en
las próximas generaciones que se dedicarán al mundo
penal?
- R. Z.: No hubo una persona en especial, sino que me gustó
la materia. Después influyeron en mi muchas personas y otras
influyen hasta hoy, brindándome ideas e información.
Entre los primeros, puedo recordar a Alfonso Quiroz Cuarón
(mexicano) en criminología, a Manuel de Rivacoba y Rivacoba
(español) , a Celestino Porte Petit (mexicano), a Giuseppe
Bettiol (italiano), a Antonio Beristain (español). Con Welzel
la influencia fue indirecta, hablé con él personalmente
sólo en dos ocasiones. Fue importante para la selección
de la bibliografía alemana la obra de Hans Heinrich Jescheck
y la colaboración que me prestó Heinz Mattes en el Max
Planck. Entre los últimos a los que debo agradecer ideas e
información, cuento a Lola Aniyar de Castro, a Alessandro Baratta,
a Rosa del Olmo, y a muchísimos más. Todos nos van dando
información e ideas, no terminamos nunca de formarnos, no creo
en los maestros milagrosos, creo en la formación contínua
y en aprender de todos, especialmente de los alumnos y de sus observaciones.
- M. B.: ¿Qué recuerdos guarda de sus años
en Villa Mercedes? (1)
- R. Z.: Los recuerdos son muchos. Los colegas: Barroso, Negre,
Santapau, Bianchi, Mezzano, Ruth Mezzano, la Dra. Montoya, Estrada,
Robledo, Gutiérrez, y otros que de momento quizá no
tengo sus nombres presente, los abogados, las cenas y asados de camaradería,
las peleas de entonces, las conversaciones con Viale y Origone, las
tardes en la confitería del Lavalle, los viajes en ómnibus
viejos para venir a dar clase a La Plata, en fín, son muchos
recuerdos y es difícil ponerlos en orden. Aprendí mucho
en esos años, no sólo derecho penal por cierto.
(1)El Dr. Eugenio Raúl Zaffaroni vivió algunos años
en Villa Mercedes (San Luis), donde fue camarista penal (circa 1970),
hasta que en 1973 asume el cargo de Procurador General de la Provincia
de San Luis.
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