La pandemia y...

principal

         
   

Cursos, Seminarios - Información Gral - Investigación - Libros y Artículos - Doctrina Gral - Bibliografía - Jurisprudencia  - MisceláneaCurriculum - Lecciones de Derecho Penal - Buscador

   
         
 

   
    La pandemia y la cárcel    
   

por Cecilia Toro

   
   
En las democracias occidentales, marcadas por una profunda desigualdad social, las prácticas discursivas punitivistas continúan esgrimiendo a la cárcel como la solución a todo tipo de conflicto y, ese discurso, avalado por las agencias judiciales, haciendo uso y abuso de la demagogia punitiva, han llevado a que los sistemas penitenciarios, al menos los latinoamericanos, se encuentren colapsados por los que los han habitado históricamente de manera abrumadoramente mayoritaria. Antes, los marginados de los sistemas de producción manufacturera, hoy, los excluidos de la especulación de los sistemas financieros (los excluidos, son, como bien afirmaba Elías Neuman, los desaparecidos de la democracia).

En las sociedades de occidente, la cárcel existe y pervive (esto no debemos perderlo de vista) haciendo uso y abuso de la lógica del descarte, propia del sistema capitalista. Como explica Mbembe, profesor en la Universidad de Johannesburgo, "Esta lógica de sacrificio siempre ha estado en el corazón del neoliberalismo, que deberíamos llamar necroliberalismo. Este sistema siempre ha funcionado con la idea de que alguien vale más que otros. Los que no tienen valor pueden ser descartados".

En un recorrido circular, el escenario pandémico del siglo XXI y en efecto espejo, nos devuelve entonces, la imagen de lo que los muros ocultan. Al colapso endémico, a la fragilidad de las condiciones de encierro, al hacinamiento y el limitadísimo o nulo acceso a las más básicas condiciones de higiene, a la insalubridad e indignidad de las cárceles, se suma ahora la pandemia del Covid-19. Condiciones todas que las convierten en potenciales bombas epidemiológicas. Bombas de tiempo. Las cárceles, en este lado del mundo, están saturadas, lo sabemos, por procesados (técnicamente inocentes). También las habitan quienes han cometido delitos contra la propiedad en una mayoría indiscutible. Las sobreviven madres con sus niños pequeños, presas embarazadas, también ancianos y enfermos.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ante la inminencia de un final que se anuncia, ante la proximidad del estallido del virus al interior de las cárceles, ha dicho que "Urge a los Estados enfrentar la gravísima situación de las personas privadas de la libertad en la región y a adoptar medidas urgentes para garantizar la salud y la integridad de esta población

y de sus familias, frente a los efectos de la pandemia del Covid-19, así como asegurar las condiciones dignas y adecuadas de detención en los centros de privación de la libertad, de conformidad con los estándares interamericanos de derechos humanos. En particular, esta Comisión insta a los Estados a reducir la sobrepoblación en los centros de detención como una medida de contención de la pandemia". Por su parte la OMS, sostiene que "es probable que las personas privadas de la libertad, como las personas en las cárceles y otros lugares de detención, sean más vulnerables al brote de la enfermedad por coronavirus (Covid-19) que la población en general debido a las condiciones limitadas en las que viven juntos durante un período prolongado". De esta manera, los organismos internacionales han puesto a los dispositivos de encierro y a los excluidos que los superpueblan en la escena de la pandemia. Han recomendado pues, a los Estados nacionales, a adoptar medidas destinadas a descongestionar las prisiones. Sin embargo, no han hecho más que evidenciar lo que siempre (desde que la cárcel es cárcel) ha estado allí.

Hay, sin embargo, aquí, una convergencia de posturas disímiles. A las recomendaciones de los organismos internacionales se contrapone la postura de las corporaciones judiciales que, desde el altar de sus privilegios, sostienen que los presos "están más seguros ahí dentro", al fin y al cabo ¡hoy todos debemos estar confinados! ¿Y si la vulnerabilidad de los presos los convierte en carne de cañón del virus? ¡qué importa! las vidas de los presos de hoy pueden ser reemplazadas por las vidas de los presos del mañana, es que, en consonancia con la lógica del descarte, son vidas desechables. Y este desdén o liviandad, los aires de menor importancia con los que los operadores judiciales de Latinoamérica1 han abordado los efectos devastadores que esta pandemia significa potencialmente para los presos, es una consecuencia natural de la codificación genética burocrático- punitiva con la que han sido engendrados. Esa codificación genética dice que ellos (los operadores judiciales) deben llenar las cárceles. Por tanto, simplemente no son aptos para decodificar el mensaje contrario.

1 Seguro y felizmente haya excepciones que contradigan lo que aquí sostengo

Sabemos que la cárcel ha sobrevivido embates y cuestionamientos, durante siglos. Sin embargo, permanece allí, como una cápsula de tiempo, navegando en los mares del punitivismo, como si esos siglos no hubieran transcurrido. Empero, la pandemia que hoy nos mantiene expectantes en todos los rincones del planeta, nos enfrenta al desafío inevitable de pensar la cárcel que vendrá. La encrucijada es enorme. Quizás, haya llegado el momento de

que percibamos que en verdad no es necesario construir más cárceles para dignificarlas, sino aspirar a que sean menos sus habitantes, es decir, aspirar no a más cárceles sino a menos presos. Es un momento histórico, que nos interpela y nos lleva a plantearnos más preguntas que respuestas ¿Seremos capaces de revertir la lógica del descarte? ¿podremos desarticular el entramado del poder punitivo? ¿será posible emprender una tarea de deconstrucción del sentido común en el que hemos sido normalizados, y que nos dice que la cárcel soluciona conflictos? ¿estaremos a la altura del desafío?

Al menos, la pandemia ha desnudado a la cárcel tal y como es. Ha puesto en evidencia la selectividad del poder punitivo, la crueldad e inhumanidad de los muros y las rejas. Ha patentizado la violencia punitivista llevada a la máxima expresión, hecha carne en las corporaciones judiciales.

Con optimismo muchos sostienen que cuando todo termine, cuando la pandemia pase, "saldremos mejores". Yo me permito dudarlo. Pero la duda, en estos instantes de interrogantes y de angustias, la duda, hoy, también es esperanza.

 

Fecha de publicación: 15 de junio de 2020

   
 

 

 

         

Cursos, Seminarios - Información Gral - Investigación - Libros y Artículos - Doctrina Gral - Bibliografía - Jurisprudencia  - MisceláneaCurriculum - Lecciones de Derecho Penal - Buscador

principal