El delito es una infracción muy grave de las reglas de la convivencia. Como siempre ha habido y habrá convivencia, siempre ha habido y habrá delitos. El Código Penal ordena castigar al autor y a los cómplices de una cantidad de hechos que van desde el homicidio hasta el lavado de dinero, pasando por el abuso de armas, el abandono de personas, las calumnias e injurias, los atentados contra la libertad sexual, el incumplimiento de los deberes de asistencia familiar, el secuestro, el hurto, el robo, las estafas, la asociación ilícita, el cohecho, la malversación de caudales públicos, el enriquecimiento ilícito de funcionarios y empleados, la falsificación de documentos, los fraudes al comercio y a la industria, el libramiento indebido de cheques, etc. A su vez las leyes penales especiales conminan con sanciones el tráfico de estupefacientes, las violaciones al régimen cambiario, los actos discriminatorios, la trata de personas, los malos tratos contra los animales, etc.

         Con el enunciado anterior ya se echa de ver que es imposible dar una respuesta unívoca a la pregunta del título, pues ya en el ámbito de un solo tipo de delitos los impulsos tienen una diversidad tal que no obedecen a un patrón común. Así en el homicidio: uno o una pueden matar por celos, porque le han pagado para que lo haga, porque quiere así preparar, facilitar, consumar u ocultar otro delito. A una mujer por un hombre mediando violencia de género, etc.

         La ley tiene en cuenta esas circunstancias para establecer qué tipo de pena le corresponde a cada hecho y cómo la gradúa en relación al tiempo de prisión o de inhabilitación o al monto, si fuese de multa. A su vez el tribunal debe tener en cuenta para aplicársela al individuo que va condenar los motivos que lo determinaron a delinquir.

         Lo que he expuesto hasta aquí es una síntesis extrema de lo que dispone la ley y ahora debo informar que existe una disciplina científica, llamada Criminología, que indaga acerca de los factores que conducen a la delincuencia. Así se puede decir, a grandes rasgos, que ¿por qué se cometen delitos? es una pregunta que se le debe formular a los criminólogos y la respuesta que ellos den estará, asimismo, circunscripta a sucesos de características comunes; por ejemplo, los delitos contra la vida.

         Aquí recuerdo que a comienzos del siglo XX aparecieron en Italia estudios de un médico llamado Cesare Lombroso, quien creyó haber encontrado las características de quien llamó “El hombre delincuente”: asimetrías craneales, determinadas formas de mandíbulas, de orejas, de arcos superciliares, etc.

         No debo fatigar a quien esto lea con mayores detalles acerca de la evolución científica posterior, pero sí decirle que aquellas teorías sobre la peligrosidad del hombre propenso al delito tuvieron influencia en la sanción del Código Penal argentino en 1921 y que aún está vigente en ese tema no obstante que en otros tuvo centenares de reformas.          

06/2016